ENSAYOS CRÍTICOS

 

I. LA EXPLICACIÓN FORMA PARTE DEL ENTENDIMIENTO... A VECES.

 

  Creo que aún no he terminado de agotar lo que siempre fue. Hoy, en un intento (creo que fallido, ahora me doy cuenta) cuasi esporádico, creía que inteligente de mi parte, le expliqué algunas otras cuestiones que me parecían, sobre lo nuestro; digo, “me parecía”, porque no deja de ser mi opinión y mi gusto pero, cosas, creo, que  deben dejarse bien en claro, sobre todo tratándose de una cuestión tan delicada como ésta. Ésta  acción o efecto de tratar de situar lo que no corresponde en una disposición tal que parezca que sí corresponde. Digo, lo ya tan masticado, “si vamos a hacerlo, lo hagamos bien”, creo que debo ser totalmente sincera, decir no sólo lo que pienso sino mencionar aquello en lo que creo y, también, por qué no, la situación ideal o, por lo menos, esa en la que me siento más  a gusto. En fin, le expresé que no podía comprender por qué los celos de su parte eran tan escasos y esporádicos o, en definitiva, por qué si me consideraba parte de sus propiedades, no me cuidaba.   Y, como siempre, la certeza de su parte de haber entendido lo que yo le había querido decir; por otra parte, la seguridad de la mía, de la incoherencia entre mensaje y recepción (de la suya). Por ningún motivo, nunca (y no es que yo me exprese mal, captando la redundancia) existe persona alguna que entienda mi mensaje de primeras intenciones. Es decir, la intención está, pero ocurre algo en el trayecto, en esa línea específica y muy atemporal, fina, hasta de colores, desde mi voz hasta el oído del otro, en que algo se pierde o se transforma. Lo que sería perfectamente entendido por otra persona en otra época y, tal vez, en otras circunstancias, no es captada por ésta. Y todavía me pregunto qué es lo que pasa, es obvio, no le estoy hablando a la persona correcta, o, tal vez, yo estoy fuera de época (llámese pasado o futuro), o, lisa y llanamente, el otro es un estúpido y para combatir esto no tengo armas, salvo, las ya astilladas palabras que, para mal o para bien, las lanzo como granadas, flechas o hermosos y  brillantes golpes de espada, lo cual me parece mucho más noble que dejar al otro sin entendimiento de la situación o con una comprensión a medias de lo que cree haber entendido, que es absurdo... porque no lo entiende. Y digo “lo nuestro”, porque en estas circunstancias tan cautivantes y pasajeras que llamamos vida, y a la cual no sabemos cómo enfrentar, sin fracasar en nuestro intento de ser originales en algo, creyendo inútilmente que podemos salvaguardar algo que provenga de nuestro interior, es decir, algo que provenga de nosotros mismos sin que esté teñido o afectado de intereses ajenos, decía, suceden cosas que todavía nos asombran; y, como es tal, acontecimientos como éste, pueden ser, la muerte de algo, que nos quita, nos vacía, aunque sea sólo por un momento, nos engrisa el alma; la confusión, la sospecha, y, hasta la calumnia o el mal trato (no siempre en la misma proporción en cuanto a escala de valores hablamos), cosas que, sin entristecer ni dejar satisfecho a nadie, existen, así como también existe el amor no encontrado, el amor contrariado, dirían; el amor profundo, pero inconcretable, aunque ineludible, dolido, embelesado, auténtico. Ese amor que no fracasaría aunque naufragara el mundo (por Dios, hasta a mí me parece cursi, pero es lo único que voy a escribir de esta forma, lo juro). Llega un momento en que se juntan emociones y si no se expresa exactamente lo que se quiere decir, no se siente comodidad ni complacencia con uno mismo y eso, mis amigos, a esta altura del partido, no conviene desde ningún punto de vista. Ya no, después de tanta agua corrida bajo el puente; un puente bastante firme y en muy buen estado, por cierto. Desde un punto de vista mucho más personal y más directo, hasta concreto: ya son muy pocas cosas las que aguanto --- mi padre, de ochenta y cuatro años, los estados nerviosos de mi ex marido (cuando quiere dejar de fumar), y, no, creo que nada más;  y lo hago porque creo que son faltas leves a la moral y a las buenas costumbres (mis costumbres y mi moral,  por supuesto). Le dije que prefería una pequeña parte de su mano que cualquier otra parte del cuerpo de otra persona. Esbozó una sonrisa de aceptación y alzó su pulgar. Esto me pareció, al principio, bastante simple de entender; al principio y al final. Pero hete aquí que en el caprichoso transcurrir de los minutos (veinte), me repitió la afirmación a manera de pregunta y, tras el reiterado parpadeo de sorpresa y gratitud de mi parte y mi respuesta afirmativa, por supuesto (porque otro gesto no hubiese sido percibido) dibujó una expresión entre asombro, duda y miedo, y dijo... una mala palabra, concomitante con un exacerbado acierto de intromisión en su subconsciente produciéndose una dicotomía entre lo que esperaba y lo que deseaba; siendo esta última emoción inferior a la primera. En lo que siguió de la tarde sucedió lo que esperaba; la batuta del director, siempre acertada, manejaba cada movimiento exacto, en la dirección correcta, tal y como siempre la dirijo (sin modestia de mi parte). Espectacularmente, pero sin dejar de ser peculiar, un encantador juego de escapes houdinescos que hubieran hecho al maestro seguramente parpadear unos instantes, y, tal vez distraerlo de su ineludible trampa, no dejaban, decía, de ser previstos por esa especie de sexto sentido que poseen sólo unos pocos elegidos (como quien les escribe, seguramente) o como quien se sabe con un conocimiento completo de la persona que quiere. Pero si hablamos del querer, sin intentar asustar a nadie --- lejos de mí ese asunto tan deliciosamente espeluznante--- y, habiéndolo buscado diligentemente en nuestro diccionario de la lengua, afirma que es equivalente a amor, afecto; deseo, sentimiento de cariño o aprecio y, en otro sentido, la determinación, la resolución, el intento, el procurar algo o la proximidad de que algo se produzca. No voy a profundizar ni a remitirme a ninguno de estos vocablos ahora. Sólo diré que se aplica, en lo que respecta a lo que ya mencioné, a la posibilidad de interpretar con cariño el intento de resolución, con determinación, de que se produzca en mí la proximidad del amor. Y es todo lo que tengo que decir a cerca de ello, por ahora. Veremos qué sucede en el próximo capítulo de la vida de una mujer sencilla, con aspiraciones difusas y mente demasiado aguda que, auque crea tenerlo todo previsto, nunca deja de asombrarse.

 

 

Laura Argenti. DErechos Reservados, Leyes 11. 723 y 25 446

 

 

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II. Perfecto decálogo para el docente de hoy:

 

*  1. Una alfombra roja en la entrada del I.P.E.M., ¡Oh! ¿Quién viene? Un docente de denodado e indiscutible prestigio llega al establecimiento educativo, cuna, caldo y cultivo del saber, asimilado por las brillantes y ávidas mentes juveniles.

 

*  2. Años y años de sembrar, con prodigiosas generosidades y excelsas privaciones físicas, fisiológicas y psicológicas, su arte de …. dar lo que se puede; y, a veces, no sólo eso, sino también… que le quiten a uno lo poco que le queda.

 

*  3.  Ferviente deseo de sabiduría, los colegiales esperan, ansiosos, el nuevo día de aprendizaje, murmurando por los pasillos, tratando de investigar, de alguna manera, algo que les dé un indicio del tema que aprenderán hoy; porque, no se conforman con aprender un poco…………. No quieren aprender nada.

 

*  4. Y así transcurre el tiempo en el recinto del saber donde caminan a nuestro lado la paz y la tranquilidad de conciencia de la labor realizada, el aroma a nuevo, por las alegrías, a todo nuevo, en realidad, porque ellos lo rompen todo, y.... ¡hay que reponerlo!

 

*  5. Es de absoluta admiración la forma de recepción y el respeto reinante en esta antiquísima, sagrada Institución y el innegable e incondicional apoyo desde allá arriba, y nos apoyan tan efusivamente que……….. reventamos en el suelo y, bueno……. la pasión humana, ese calor sin el cual no viviríamos (de hecho, no vivimos).

 

*  6. Existe una palabra que algunos, en el fragor de la indolencia, deciden no incluir, olvidan, disuelven, confunden. Eso, que todos ignoran se llama “RECONOCIMIENTO”, nada más, nada menos.

 

*  7. Pero, en fin, “¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto! ...” (Lope De Vega)

 

*  8. Se podrían sugerir varias escenas con las cuales podríamos comparar el gran entusiasmo con el que los docentes impartimos nuestras clases pero… ¡no existen!

 

*  9. Y, durante los recreos, ¡qué vitalidad! ¡qué energía! ¡qué….kilombo!!!

 

*  10. Y, al final de la jornada, ¡cuál mayor placer de la labor realizada! ¡cuál mejor y más placentero el sentir la dicha de haber terminado…. super estresados y, VIVOS!!

 

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III. La Bici.

 

 

 

La primera vez que se cayó de la bici redundó en un acto fallido que mediaba entre el superhéroe y el comienzo de un tributo a los pilotos de avión sin red. Un tronquito de árbol demasiado grueso hizo que la rueda delantera se clavara, saliera disparado por el aire dando tres vueltas olímpicas y aterrizando en el asfalto de espaldas y rematando con la nuca con un golpe seco pero con algo de rebote también.

 

El cuerpo inerte quedó tendido en el asfalto por un buen rato. Esta imposibilidad de moverse dio tiempo, aunque sea unos minutos, de tratar de pensar en lo ocurrido (en vano), ya que la imposibilidad parecía haber llegado también al cerebro. En lo único que podía pensar era en la absoluta nada de estar tendida en el asfalto mirando al cielo y las hojas de los árboles moverse apenas por el viento. Pasados quince minutos, aproximadamente, surgió algo parecido a la voz salvadora preguntando: “¿Estás bien?”.

 

La voz venía como desde lejos, a esta altura del partido ni siquiera se había percatado de imaginar la posibilidad de escuchar alguna voz humana o no, porque había pasado tanto tiempo que pensaba que quedaría allí indefinidamente, observando el tranquilo pasar de las horas y los minutos sin sentido en esa eterna transmisión de la inexistencia, la irrealidad y la inconsciencia. Todo esto resultaba en un gracioso pero excelso acto de reminiscencias de viejas series humorísticas y actuales estados de intromisión en el alma.

 

Esa paz y serenidad obtenidas en el transcurso de estos minutos fueron interrumpidas por este sonido de una amable señora que se le ocurrió parar y hablar (dado que no era la primera que pasaba por allí); ella movió la cabeza hacia su costado izquierdo y la miró por dos segundos fijamente a los ojos y le dijo:

 

--No.

 

Escena siguiente, varias personas alrededor de la caída en una actitud activa de preocupación pero pasiva de acción. Lo importante fue la buena intención de las personas, el préstamo del celular de alguien para llamar desde el piso a otro alguien para que venga a ayudar (por lo menos en el traslado) no en los golpes ni en la destrucción de la autoestima y la autoconfianza.

 

La segunda vez fue en ruta a, más o menos treinta km por hora en un acto total de desidia, negligencia, impericia e impaciencia. Transitaba por la mano derecha, como corresponde, pero sin percatarse de que el semáforo se puso en rojo, tocó con la punta de la manija del freno izquierdo la parte derecha de la caja de una pick-up que acababa de frenar adelante. La caída sobre la vereda con el lado derecho del cuerpo y remate con la cabeza (por suerte con casco), moretones subsiguientes y dolor en el orgullo, no fue tanto como la quebradura de la muñeca derecha.

 

Como todo buen ciclista y poco buen perdedor, se levantó rápido y se sacudió la parte derecha de su atuendo caro pero adolorido. Sintió molestias en la muñeca mencionada, la cual movilizó en actos rotativos hacia adentro y afuera en un intento de hacer creer a quienes lo estuvieran viendo de un perfecto control de sí mismo y de: “ yo sé lo que estoy haciendo, y no me pasó nada, con esta rotación de la muñeca y unas sacudiditas quedó como nueva”.

 

Ahora bien, cómo regresaba a casa con una muñeca quebrada después de haber recorrido más de quince kilómetros. La respuesta: “No me lo preguntés”.

 

Después, hospital, médico, radiografías, diagnóstico. Tres meses de yeso; ¿Qué???

 

En fin, y ahora ¿qué hacía? La magnífica serie de cosas metidas por orden en un hilo, iguales o análogas, posibilidades denodadas en un extenso pensar pero acotado sentir, eran infinitas, pero ninguna alentadora.

 

A no deprimirse, el tiempo pasa rápido, y, mientras tanto, el desafío de descubrir qué otras cosas se pueden hacer, cosas novedosas, exultantes, excitantes, aburridas, misteriosas, pero, seguramente, todas hechas con pasión, serían el agradable transcurrir de este discurrir en el tiempo.

 

 

 

(Dos pequeñas caídas de un ciclista no son tropezones…)

 

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Laura Argenti

 

 

 

 

 

Laura Argenti. Derechos reservados, Leyes 11.723 y 25.446

 

 

 

 

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